Laura Minucci

Laura, Laurita, Negra, de cariño. Pasada de los treinta, pasada de vueltas. Según la idea de vida normal, me sobra una carrera universitaria y me falta el marido, el perro, la casa con cerca blanca, la pileta con trampolín, y todo eso que sale en la Revista Para Ti. Lo tuve, pero hace un año se fue al tacho cuando él me dijo chau, chau, adiós. Porque eso de la separación de común acuerdo no existe: o dejas o sos dejado.

Él te llama para devolverte el osito de peluche que te regalo tu Tía Cora de chica que, “casualmente”, se traspapeló entre sus cosas cuando se fue del domicilio conyugal. Lo invitas a tu nueva casa en un horario poco conveniente, te haces la “sexy-casual” (porque tampoco hay que ser obvia). Funciona, y pasa la noche en tu casa. A la mañana, apagas el despertador y te dice: “Negra, ¿haces el desayuno?”, mientras va al baño y no cierra la puerta.
Ahora me acuerdo porque nos separamos… de común acuerdo.


[ Foto: Carefree, de Mark Sandrich ]

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