Aurelia en: "Loser"

Voy a contar algo que me da vergüenza. Mis amigos íntimos ya los saben, en un almuerzo de domingo se pusieron de acuerdo para que recapacitara de alguna manera. Prefiero ser fea que estúpida, por eso me da vergüenza. Prefiero ser fea e inteligente que linda y tonta – linda e inteligente es demasiado- pero nunca, nunca, fea y estúpida: es terrible. Aunque todo el mundo sabe que el mundo es dominado por gente linda. Así que soy una boluda conciente. Elijo ser fea, por eso, soy doblemente estúpida.

"Jamás besada"dirigida por Raja Gosnell

Todo comenzó hace un año y medio atrás cuando entré al facebook, quería hacer un grupo de turismo responsable, ya que todos suben las fotos de las vacaciones que sea con un propósito educativo, ¿no? Como mis amigos llegaban tristemente a cuatro comencé a agregar gente con afinidades ideológicas, libros, etc. Así conocí a G. El facebook no era la tristeza que es ahora, se podía charlar en los estados, como en un bar, la gente publicaba notas y todos se prendían a opinar, me brota un suspiro… que lindo los viejos tiempos. Es más fácil joder a alguien por Internet, todo el mundo lo sabe, así que estaba con mi humor a flor de piel, y G no era la excepción, él me daba cabida. De a poco me enteré que era historiador, que había ganado un premio y que no lo había publicado por el facebook. Un bicho raro que no se hacía autobombo. Y claro eso me gustó. Casi me muero cuando leí en su blog como había tocado un incunable de Copérnico, estaba narrado con emoción en una visita al subsuelo de una biblioteca, con la foto del libro. En ese momento él era profesor de Cultura en una facultad de antropología, e intercambiábamos opiniones sobre lecturas por mail hasta que empezamos a chatear seguido, luego me compré un micrófono para hablar por skype y después una camarita para las videoconferencias. Me olvidaba de un detalle, él vivía a 7412 kilómetros de distancia. 
Entré como un caballo cuando me dijo que había hecho la compatibilidad de parejas y le había gustado lo que había dado, eso entre mil quinientas cosas más que supuestamente lo habían seducido de mí.  Hasta le llegué a mandar un dvd con mi voz leyendo “Notas sobre la pasión” de Jonh Berger (soy una boluda importante). La cosa era así: chateábamos todos los días muy poco, nos mandábamos un mail diario contándonos sobre lo cotidiano, y arreglábamos para la videoconferencia que podía ser el fin de semana o tarde a la noche (a las 12 am él / 4am yo) o sea, que yo prefería fin de semana. Mi amiga Consuelo fue testigo de toda la situación, que no me acuerdo cuanto duró. G no quería venir a Buenos Aires por secuelas pasadas, a mí se me hacía difícil ir hasta allá, lo ideal era un lugar intermedio, hasta que… empezó a dejarme plantada en el chat. El tema es que después de un par de desplantes me contó que estaba casado. Yo sospechaba que estaba con alguien y hasta me parecía normal, realista, pero nunca me imaginé que vivía con su esposa. Cerré ahí. Prefiero la honestidad brutal a diferencia de mi amiga Mariela. Intenté olvidarme de lo que me dijo, de sus tatuajes, uno de águila otro de lobo, de su pipa, de su libro sobre el Chamanismo y de todas las estrellas que decían que éramos compatibles. En otro universo, seguro, pero parece que éste del ciberespacio está lleno de espejitos de colores que deforman la realidad.
Hace un año que no teníamos contacto, para mi cumpleaños me mandó un mail, saludándome y preguntándome cómo estaba. Le dije que por suerte en un lugar distinto al año pasado, le pregunté cómo estaba él y nunca me contestó.
Siempre igual, me imagino, a buen entendedor pocas palabras.

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