Laura en: Fuera de Sincro

Nunca me había preguntado lo que les pasaba a los hombres conmigo (o si les pasa lo mismo) hasta que hace unos días me encontré por la calle con Amigo-de-un-amigo-de-un-amigo… y fue revelador. Yo iba a toda velocidad haciendo zig-zag con el paraguas por una avenida céntrica cuando me lo encontré saliendo de un Pago Fácil. Él me llamo por mi nombre y yo me quede congelada en medio de la calle como si fuese ese juego de la infancia del baile de las estatuas: inmóvil, hasta que él me invitó a tomar un café.

Estamos en el café charlando de cualquier cosa cuando de buenas a primeras me dice: “No me llamaste nunca más, eh. Y yo que me estaba enganchando con vos, ¿sabes lo difícil que fue decirte que te quería?”. Y justo ahí, ahí mismo cuando lo tenía vulnerable frente a mi como para hacer lo que quisiera, como en una película que se rebobina y pone play de vuelta, me acordé de sus besos brujos, de su “estoy disfrutado de mi soltería”, de la fiesta en la que me dejó clavada y se fue con otra, de mi enojo y de las horas que invertí esperando(lo), y de esa ultima- y fatídica- noche en que estuvimos juntos y me dijo que me quería mientras estábamos desnudos en mi cama. Por supuesto que no lo tome en serio en ese momento, ¿por qué habría de haberlo hecho?. Pero ahora veía en el océano verde de sus ojos que me lo estaba diciendo de verdad. Que me lo había dicho de verdad. Que yo le había quedado pendiente. Que en algún lugar, en algún momento, él también se había enamorado de mí. Y que a mí, ahora, ya no me importaba.


Le sonreí sin saber que contestarle; ¿qué sentido tendría ahora explicarle que yo también lo quise, que me había enamorado, pero que él fue un imbécil que no se dio cuenta? O lo que es peor: se dio cuenta tarde. “Estuvimos desincronizados” me salió responderle, y me fui antes que llegara el momento de las promesas que ya ahora no vamos a cumplir.


Salí a la calle inundada y el viento me dio vueltas el paraguas. Mientras trataba de arreglarlo y me empapaba bajo la lluvia, pensé: “Que putada del destino estos amores a destiempo. El amor es tan desorganizado y breve, y sin embargo, es tan largo el olvido…”. Y así, con media certeza, salté el charco que me separaba de un amor al próximo.




[Foto: Les parapluies de Cherbourg, de Jacques Demy]

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